Potenciando la creatividad personal. Personalidad y proyecto de vida.
Un nuevo paso en esta etapa de revitalización del proceso creativo ha sido admitir el carácter polifacético de la creatividad y la heterogeneidad de sus representaciones. Sus clases, figuras, tipos y modelos son tantos como son las clases, las figuras, los tipos y los modelos de actuación humanos. El siguiente paso ha sido analizar el proceso creativo, comparándolo con otros procesos mentales y buscar las analogías que se dan con cualquier proceso que persiga la solución de un problema. Más adelante se llegó a la conclusión de que ese potencial creativo-la capacidad para encontrar relaciones, a la que se refiere Erika Landau en su definición de creatividad- lo posee cada individuo y puede aplicarlo en cualquier situación vital.
Es evidente que la mayor parte de la doctrina creativa actual se basa en la tesis de la “combinación de elementos”. Sin embargo, se plantean algunos problemas al tratar de averiguar el grado de validez de esas nuevas combinaciones de elementos. Bien es verdad que estos problemas son más serios en el campo de las artes que en el de las ciencias, dado que el artista no puede determinar de una forma objetivamente exacta el efecto que va a producir su pintura o su poema, en la que será su audiencia. Sus creaciones son evaluadas, necesariamente, de forma subjetiva. Por el contrario, el científico puede trasladar su nueva hipótesis al laboratorio y allí, objetivamente, juzgar si su nueva idea es válida, a tenor de los resultados que el experimento provoque. Incluso si el artista pudiera evaluar la validez de su trabajo, supongamos que llevándolo a un laboratorio como lo hace un científico, tampoco así podría predecir con precisión la percepción general de su creación. Ello es atribuible al hecho de que el producto creativo del artista, al contrario de lo que ocurre con el del científico, tiene una dimensión psicológica que le puede provocar consecuencias insospechadas e impredecibles. Esta dimensión psicológica es la prueba ética que el artista añade a su obra creativa y que, justamente, la audiencia valora. A veces, el componente ético puede añadir un gran valor a una obra que de otra manera seria considerada mediocre. Por el contrario, en otras ocasiones la falta de ese componente ético puede perjudicar a lo que podría convertirse en una obra maestra.
La dependencia entre creador y audiencia es mucho mayor en las artes que en las ciencias; pero, incluso en la ciencia-por lo menos desde un punto de vista histórico-, el creador también se ha visto forzado a depender de la capacidad de otros para que fueran reconocidos lo méritos de su nueva verdad. A Newton, refiriéndose a Copérnico, Galileo y Kepler, se le atribuye la frase: “Si pude ver más lejos que los demás, fue porque me encontraba sobre los hombros de gigantes”. A veces, esta dependencia ha tenido consecuencias trágicas. Los ejemplos en uno y otro campo son evidentes. Galileo, Copérnico, Servet, hicieron descubrimiento que en su época fueron tenidos por blasfemias y considerados hallazgos malignos y, sin embargo, para nosotros han sido descubrimientos básicos y constructivos. Robert Mayer, codescubridor del principio de conservación de la energía, se volvió loco a causa de la falta de reconocimiento a su trabajo. Van Gogh pintó mientras vivió 1.700 cuadros, de los cuales sólo vendió uno. Muy poco antes de morir a la edad de 37 años, le expresaba con amargura a su hermano las dudas que tenía sobre sí mismo y sobre su contribución al arte. Hoy está considerado como uno de los fundadores de la pintura moderna. Su audiencia inmediata no supo reconocer su genio. Se convirtió en un creador apreciado solamente cuando otra audiencia, con diferente capacidad crítica, supo reconocer sus verdaderos méritos artísticos. Tal como nos recuerda Koestler, “salvando algunos pocos casos excepcionales, no tenemos la menor noticia de las incontables tragedias que se han perdido en el anonimato, ni disponemos de estadísticas sobre la cantidad de vidas malogradas, desperdiciadas a causa de las frustraciones y de la impotencia, ni de los descubrimientos que han desaparecido perdidos en la más absoluta ignorancia”.